Mi primer contacto con la ONG Acervo Intergeneracional se produjo a través de un buen amigo, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Extremadura y miembro de la Academia de la Historia, Enrique Moradiellos. En enero de 2022 me remitió un correo a él dirigido, de una voluntaria de esa organización, Amparo Cortés, en el que le mencionaba a Berta González Cerra, “niña de la guerra” que llegó a la Unión Soviética en 1937 y que, con 94 años, conservaba de manera plena su capacidad cognitiva e intelectual por lo que, quizás, algún investigador podría estar interesado en hablar con ella.
El profesor Moradiellos, conocedor de mi interés e investigaciones sobre los “Niños de la Guerra” que fueron evacuados a la Unión Soviética en los años de la Guerra Civil española, me reenvió el correo. Se lo agradecí, escribí a Amparo y, muy pronto, mantuvimos nuestra primera conversación telefónica.
Amparo es lo que en Acervo llaman un “ángel verde”, o sea una persona voluntaria que, en este caso, tiene como pareja lectora a Berta que se encuentra en la residencia para mayores “Mi Casita” en Galapagar, donde la conocí personalmente en mayo de ese año 2022.
En unos momentos en los que estábamos todavía con las secuelas del confinamiento por la COVID19, me pareció que la actividad que desarrollaban estas parejas lectoras era admirable, una nueva forma de voluntariado en este siglo XXI como reza en la página web de la asociación ( https://www.acervointergeneracional.com/), que se beneficiaba de los recursos que las nuevas tecnologías ponen a nuestra disposición, pues las plataformas digitales posibilitaron que ese contacto entre quien lee y quien escucha y comenta, no se interrumpiera en los momentos más duros del confinamiento.
Berta es una de las beneficiarias de esta gran labor. Los ángeles verdes establecen una relación con personas mayores que gustan de la lectura y que siguen teniendo a flor de piel una curiosidad cultural y científica que no debería abandonarnos nunca. Estas personas de mente abierta e inquieta, preocupadas por saber lo que ocurre a su alrededor, tienen, sin embargo, una movilidad reducida, temporal o permanente y ahí es donde reside el gran valor y el aporte de Acervo.
Toda organización tiene detrás a una persona inspiradora que de manera comprometida y con perseverancia y firmeza, trata de poner en marcha su idea. En el caso de Acervo es María Luisa Forniés (Marisa), psicóloga gerontóloga que creó la ONG en el 2007, en el municipio madrileño de Galapagar, vinculada a la Biblioteca Municipal de esa localidad. Desde entonces Acervo ha desplegado una actividad excepcional en favor de los libros, la lectura y el acercamiento intergeneracional entre jóvenes ávidos de conocimiento y mayores que siguen manteniendo abiertas estas ventanas revestidas, además, con conocimientos y experiencias acumuladas que desean transmitir. Es una ósmosis profundamente fructífera y gratificante, una manera de hacer frente a la soledad, a la distancia, a la enfermedad, a la vejez. Es un ejercicio de solidaridad, de enriquecimiento humano y cultural.
“La vida dura unos cuantos rasguños en la arena”, escribió la poetisa polaca Wislawa Szymborska y en nuestra trayectoria de vida tenemos que tratar de dulcificar esos “rasguños”. Sin duda, asociaciones como Acervo poseen potencialidad y fuerza para ello.
La lectura alimenta la mente, da sentido a la soledad y salta las barreras del tiempo, de la edad. Es en el más puro sentido del término intergeneracional y el bien más preciado para el desarrollo de un pensamiento crítico, abierto y libre.
Alicia Alted Vigil, catedrática de Historia Contemporánea, UNED -España